sábado, 23 de abril de 2011

IBIZA - Una superficie sobre la que dormir

Como ya dije, hice noche en Cala Vadella, la oscuridad a mi alrededor. Extendí la esterilla sobre el tejado liso de una de estas casetas que acompañan a sencillos embarcaderos por toda la costa.

Cuando llegué (todavía era de día), quise refrescarme con el agua del mar, que chocaba contra las rocas incesantemente a pocos metros, pero estaba llena de pequeñas medusas marrones, así que decidí agradar a mi cuerpo con un poco de agua de mi cantimplora.
Después de leer un poco de "The Art of Happiness" y sentir como todo me rodeaba, me quedé dormido. Y mientras anochecía me desperté para sacar el saco de dormir, ya que empezaría a refrescar. Pronto me quedé dormido de nuevo y no desperté hasta las 2:30 de la mañana que tenía sed.

Pensaba que iba a estar sumido en una oscuridad absorbente, pero la verdad es que existía un debilísimo y tenue amago de luz, que creaba un ambiente muy relajante. Ésta frágil luz se reflejaba en el mar, y acompañaba a cada sutil meneo del oleaje.
Entonces busqué el cielo y me quede asombrado.

El cielo estaba plagado de infinidad de estrellas. Se apreciaban perfectamente diversas constelaciones. Pocas veces había visto un cielo tan limpio. Ayudaba el hecho de que la luna estaba tan fina como un fideo, pero en serio, las veces que he visto tanto ahí arriba las podría contar con una mano.

Después de eso el sueño volvió rápidamente.

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miércoles, 20 de abril de 2011

IBIZA - Es Vedrá

Pocos metros adelante recogimos a una chica de Madrid que andaba un poco perdida. Despejé un poco la parte trasera del todo-terreno apartando mi mochilón a un lado. Después de unos ladridos de Izzy, ocupó el hueco acompañada de su mochila, y la pregunta "¿A dónde vas?" respondió: "No se... estoy explorando".
Antes de decidirnos por nuestros respectivos destinos, fuimos a recoger marihuana. El chico de gracioso acento, nos enseñó dónde vivía, sus diseños para el jardín, y su viejo Seat Marbella. La madrileña se decidió por volver a Sant Josep de Sa Talaia, donde dormía durante su visita a la isla pitiusa, y allí la dejamos.

Nos quedamos los tres: el francés, Izzy y yo. Me llevaron a conocer un lugar increíble: cala d'Hort, desde donde se podía admirar Es Vedrá, acosada por miradas y enésimas puestas de Sol. Aquí nos fumamos un gran porro sentados a la sombra de un árbol, conociéndonos. Me contó su vida en la isla, el momento en que sintió la llamada de este lugar; me habló de sus múltiples trabajos, de su modo de vida. Era de Paris y llevaba dos años sumergido en la magia de Ibiza de la cual se había enamorado. Luego insistió en que yo hablara. Me sinceré y le hablé de mis problemas y mi vida en el Norte, y quiso saber más, así que no le oculté nada. Me dijo lo que pensaba y me aconsejó.

Le pedí que me acercara a Cala Vadella, y lo hizo con mucho gusto, llegando incluso a ofrecerse a llevarme a Sant Antoni. No quería llegar tan pronto allí, así que insistí en quedarme en Cala Vadella, y allí nos despedimos con sonrisas en nuestros rostros.

Hice noche en Cala Vadella, con el cielo observándome tan insignificante.




jueves, 14 de abril de 2011

IBIZA - Adelante y acompañado

No conseguí dormir muy profundamente en el aeropuerto, con la gran cantidad de gente acercandose incesantemente a las colas de facturación y los avisos por megafonía con su repetitiva sintonía. He desayunado un chocolate caliente con un croisant que me han sentado maravillosamente. Ya estaba pensando en mi llegada a Ibiza.

Después de otro vuelo aburrido, ya estaba en la isla. Lo primero que hice fue hacerme con un mapa, e ir a aprovisionarme al supermercado más cercano, que se encontraba en Sant Jordi, y al cual fui en bus. El agua, lo más importante, fue lo primero que cogí, luego algo de embutido, pan y fruta. Dí comienzo a mi ruta desde el aeropuerto y mi primera parada fue Sa Caleta, tras pasar por la playa des Codolar.

Sentía que me iba a costar llegar a mi meta, pero no me desanime, procurando apartar ese pensamiento de mi cabeza. Continué por la costa atravesando la punta des Jondal y llegando a la cala del mismo nombre. Tuve que preguntar a un alemán el camino para llegar a Porroig, y el hombre mirándome extrañado, me indicó el camino haciendo buen uso de su excelente spanglish. Esa fue mi siguiente parada, Porroig, y tras perderme por una urbanización de portentosas casas, retomé el camino de la carretera.

Después de un buen rato andando, me adelantó con su coche un tipo animado con acento francés-andaluz, que frenó y me invitó a subir al todo-terreno, donde una pequeña perrilla llamada Izzy no paraba de ladrar. Me recordó inevitablemente a Noah. Según dejé mi mochila en la parte de atrás, y me senté de copiloto, Izzy se subió a mi regazo y desde ahí recibía mis mimos y caricias detrás de las orejas.

"¿Dónde vas?" me preguntó el joven, y no supe que responder...

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martes, 12 de abril de 2011

IBIZA - Estoy en camino

He conseguido madrugar para ultimar la preparación y organización de ropa y bártulos en la mochila, y lo he hecho con una calma caribeña. Esa misma noche se había organizado una fiesta por el cumpleaños de Bego, y no quería exigir a mi cuerpo más de lo que iba a soportar. Bilbao estaba cubierto, pero no me ha desmotivado; yo solo esperaba montarme en el primer transporte de mi viaje, el bus que me acercaría al aeropuerto de Santander. Aquí he cogido el primer vuelo de cuatro planeados, no sin antes haber llenado el estomago con un buen pepito de pollo con queso. En este aeropuerto también he empezado a leer el libro que hace dos años tomé como relevo a quien quiera que lo dejó en el aeropuerto de Atenas: "The Art of Happiness at Work" de el Dalai Lama y un tal Howard C. Cutler. El vuelo ha sido corto y tranquilo, aunque se han notado bastantes turbulencias (todavía no estoy muy acostumbrado a despegarme del suelo).

He llegado a Barcelona, y he sido apabullado por mi entrada a la terminal del aeropuerto. Tan enorme, sobre todo después de haber estado en el de Santander. Estaba bastante perdido, pero poco a poco me he ido fiando de las señales, y he ido llegando a la salida. En el punto de información, he preguntado por la Sagrada Familia, y me lo han indicado muy correcta y amablemente. Hacia las 6 de la tarde ya había cogido un tren al centro de la Ciudad Condal. He salido por la boca del metro a una calle abarrotada de gente, cada cual con su destino y forma de andar. He mirado a mi alrededor y no he visto ningún imponente edificio, hasta que me he girado 180º, y ahí estaba. Esos picos dominantes que se me echaban encima. He rodeado la magnífica y opulenta obra de arte inacabada, y luego he llamado a mi hermana, que de pura casualidad, estaba con una amiga suya que conoce bien la ciudad. Ella me ha dado unos consejos y pronto he vuelto al subsuelo, donde he ido aprendiendo a moverme por ese basto entresijo de lineas de metro, cada una con su color. He aparecido en La Rambla donde la marea de gente en movimiento, me ha incitado a continuar descendiendo hacia el puerto, haciendo todas las paradas para observar a los artistas llenos de talento y energía. Tras otro repostaje para mi barriga, he continuado poco a poco en dirección al mar. He comprado una carterita de colores y con el símbolo , que me ha llamado la atención en un puestillo.

Ya estaba empezando a sentir cansancio, y he vuelto al aeropuerto donde me he relajado un poco, y luego he estado tumbado una buena hora en un banco a la intemperie, pensando y pensando. He vuelto a la terminal, y ahora estoy tumbado sobre la esterilla y pronto iré dando paso al sueño, no sin antes leer un poco al Dalai Lama. Mañana empieza el camino, y no pudiendo ser de otra manera, madrugando y con los nervios haciéndome rescatar una sonrisa en mi rostro. ¡Hasta mañana!

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